Era el día perfecto, el Alfarero tomó la masa de agua y tierra y comenzó a modelar cada una de las figuras. Puso su mejor empeño, e hizo muchas. Ernesto que lo miraba dijo,  son “idénticas”. Pero el Alfarero replicó: No, son “iguales”, pero no idénticas. Y explicó: Dios nos hizo a todos “iguales”, pero no idénticos. No podría nunca habernos hecho idénticos por la sencilla razón de que nos ama. Como yo que quiero cada una de estas figuras que he realizado con tanto esfuerzo. Cada persona es diferente, difiere del otro, es otro distinto, pero al mismo tiempo es su igual. En la naturaleza de las cosas, sin convencionalismos sociales y sin circunstancias que a juicio de las sociedades y de las personas puedan querer justificar algo distinto, la vida de una persona vale igual a la vida de otra.

Ernesto miró con extrañesa al Alfarero y le dijo: Pero yo quiero más a mi papá que a vos y eso que también te quiero mucho. El Alfarero se rió de buena gana y respondió: Por supuesto, para cada uno de nosotros la vida de quienes queremos se nos aparece más importante de la de aquél que apenas conocemos. Debido a nuestra limitada existencia solo podemos conocer un número determinado de personas y solo a ellas podemos brindar nuestro amor también limitado. Sin embargo, ello no nos impide por efecto de ese amor a quienes conocemos, saber que las demás personas a quienes apenas conocemos, también sienten ese mismo amor por quienes ellos conocen. Eso nos hacer ser humanos, eso nos da pertenencia a un grupo más grande y respetamos y entendemos el dolor ajeno y nos solidarizamos con quienes sufren cualquier injusticia en este mundo. Ernesto quedó pensativo y preguntó: ¿Es por eso que mucha gente pregunta por Santiago?

El Alfarero dejó de repasar las figuras en ese momento y dijo: Yo no salí a la calle, pero también me pregunto que habrá pasado con él. No puedo dejar de sentir y ser solidario con quienes sufren la desaparición de un ser querido por cualquier motivo y con Santiago no es mucho lo que puedo hacer para encontrarlo. Me dedico de lleno a mi trabajo y alcancé a ver su foto en la televisión, como vi también la de otros. Nunca lo conocí personalmente, sé muy poco de él y no conozco a su familia, ni a que se dedicaba. Si sé, que el Estado nos debe proteger a vos y a mí, a todos sin distinción, que está para protegernos como seres humanos y que si alguien comete un delito debe ser detenido y llevado ante el juez, para que tenga un juicio justo. Porque hay quienes obedecen las leyes y quienes no. Hay quienes entienden que el ser humano no es una isla en si mismo y quienes no lo entienden.

Ernesto mientras escuchaba había tomado un poco de masa y trataba de darle forma. ¿Porqué una isla en si mismo? Inquirió. El alfarero extendiendo los brazos e impostando la voz como si estuviera en un teatro recitó: “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti” y luego agregó: Querido sobrino todos somos uno, una misma humanidad y hasta que aparezca Santiago Maldonado, todos somos Santiago o al menos existe esa posibilidad.

Para cuando termino de hablar Ernesto ya había terminado su figura. Miró nuevamente a su Tío y le dijo: Gracias Tío, es un día perfecto para modelar, le voy a poner Santiago, así nunca me olvido de preguntar, ¿Y Santiago donde está?